La ciencia actual se encuentra con grandes dificultades para explicar muchos fenómenos que aparecen en la realidad, sobre todo aquellos que afectan a la psique. Se buscan respuestas a cuestiones como los potenciales humanos o las perturbaciones psíquicas únicamente desde el punto de vista material y bioquímico. El paradigma de la ciencia actual, es decir, el patrón con que contempla y estudia la realidad es incompleto y muy limitado. Está basado en la física que es la ciencia que estudia la materia. La ciencia actual tiene un enfoque esencialmente materialista porque excluye como digno de estudio cualquier fenómeno que no sea material. Sin embargo, existen aspectos de la realidad que no son únicamente materiales o no lo son en absoluto.
La psiquiatría y la psicología académica no escapan a este enfoque reduccionista. Ambas disciplinas se han esforzado denodadamente por obtener el beneplácito y reconocimiento de otras ciencias en lugar de explorar el ámbito de estudio a que se dedican: la psique. Psique es una palabra griega que significa alma, mariposa y la utilizamos para designar la vida interior del ser humano, su conciencia personal. La psicología es la ciencia que se ocupa del alma y del ser humano interior. Una psicología que excluya las manifestaciones interiores del ser humano y se acerque a las perturbaciones únicamente a través de su repercusión material o al comportamiento es una psicología sin alma, lo cual contradice su propia esencia.
La psicología en su origen como ciencia abrió el camino para adentrarse en el interior del ser humano de un modo científico. Pioneros como S. Freud o C.G. Jung, ambos médicos, consideraron las perturbaciones psíquicas como fenómenos que había que tratar con medios acordes con la naturaleza de la perturbación y sentaron las bases de la psicología analítica o psicología profunda como ciencia que se abre a investigar y sistematizar uno de los ámbitos que al ser humano le queda por conocer: su propia psique.
Sin embargo, otras corrientes condicionadas por su enfoque materialista buscaban métodos para tratar a los enfermos psíquicos basados en paliar los síntomas agudos que presentaban sin plantearse su origen. Algunos de estos métodos que se practicaron hasta mediados del siglo XX podrían considerarse brutales como la cirugía cerebral (lobotomías), los comas diabéticos inducidos o los electroshocks, ya que podían tener consecuencias negativas irreversibles en los enfermos.
Posteriormente y en base a la idea de las “balas mágicas”(1) del Dr. P. Ehrlich, padre de la terapia química, se empezaron a tratar los trastornos psíquicos con productos químicos sin haber considerado cuál era el origen de las perturbaciones ni conocer cómo funciona exactamente el soporte material de la psique, el sistema nervioso central. Estos tratamientos químicos imprecisos finalmente han impuesto su criterio en la profesión médica y en la opinión pública y se han convertido en el método habitual de tratamiento oficial ante los problemas psíquicos, en especial la psicosis. Algunos autores como R. Whitaker(2), denuncian el aumento exponencial de enfermos psíquicos, en especial psicóticos, desde que los psicofármacos se convirtieron en el tratamiento generalizado.
Los psicofármacos actúan en el mecanismo de los neurotransmisores, en particular, los antidepresivos en el mecanismo de la serotonina y los neurolépticos o antipsicóticos en el mecanismo de la dopamina, interfiriendo en su funcionamiento normal. Al investigar y ver cómo funcionaban dichos fármacos, que se conocían desde la década de los cincuenta, y con el fin de defender su aplicación se concluyó sin pruebas fehacientes que la depresión estaba causada por un déficit de serotonina y la psicosis por altos niveles de dopamina. Ambas hipótesis se demostraron equivocadas desde finales de los años ochenta . Sin embargo, los tratamientos con estos medicamentos se siguen aplicando de forma generalizada en la actualidad. El uso de psicofármacos puede estar justificado provisionalmente o en casos de emergencia como método paliativo, pero hay que dejar claro que no sirven para curar las perturbaciones psíquicas. Además alteran el equilibrio del sistema nervioso central en su uso a medio o largo plazo y provocan daños graves en él . Los psicofármacos se aplican de acuerdo con el principio de suprimir y desalojar los síntomas, pero no para solucionar el núcleo de los trastornos. Incluso en muchos casos tienen como consecuencia causar perturbaciones más graves como una psicosis o llevan a cronificar el estado de los pacientes, por no hablar de la dependencia que provocan y el coste en tratamientos permanentes y pensiones de invalidez. Estos tratamientos indiscriminados con psicofármacos aumentan el sufrimiento y al mismo tiempo lo ocultan de cara al exterior. Por esta razón, su aplicación injustificada o prolongada es irresponsable teniendo en cuenta la información que se conoce en la actualidad y puede acarrear graves peligros a los pacientes.
No obstante, ha habido y hay ciertos sectores de la psiquiatría que se han acercado a la psicosis y su tratamiento desde una perspectiva más amplia y humana basada sobre todo en la experiencia clínica. La psiquiatría psicoanalítica incluyó la psicoterapia como herramienta del tratamiento de la psicosis entre otras perturbaciones psíquicas. Psiquiatras como Melanie Klein o Jacques Lacan y sus muchos discípulos trabajaron con este principio analítico y lo desarrollaron como alternativa en un intento de acercarse al fenómeno y a la psique del psicótico con una mentalidad no exclusivamente materialista. En la actualidad el enfoque psicoanalítico sigue activo y hay exponentes en todos los países. Entre ellos se halla el español José María Álvarez que, en su obra “Principios de una psicoterapia de la psicosis” , insiste en el principio de transferencia con el paciente como elemento principal de la terapia de la psicosis. De todos modos, el enfoque psicoanalítico normalmente no busca la curación en el paciente porque no la cree posible. Se enfoca en lograr una mejoría por medio del proceso de concienciación.
Por otra parte, la psicología universitaria, en especial en España, ha derivado hacia la conducta como patrón único de la psique. El conductismo en psicología tiene raíces en los trabajos del ruso I. Pavlov sobre el reflejo condicionado, pero es el norteamericano J. Watson quien le dota de soporte teórico. Para el conductismo, la introspección no es un método de trabajo con los trastornos psíquicos y la psicología se considera una parte objetiva de las ciencias naturales. Este enfoque hace que la psicología se restrinja a tratar únicamente trastornos del comportamiento con medios de trabajo muy limitados y renuncie a ocuparse de problemas psíquicos de envergadura, tales como las neurosis severas o la psicosis por una falta de entendimiento del ser humano.
Es preciso contemplar las perturbaciones de la psique con un enfoque diferente que incluya la integridad del ser humano. De esta forma podremos entender su sentido y tratarlas con expectativas de curación.
(1) El concepto de “balas mágicas” se refiere a compuestos químicos sintetizados capaces de atacar al agente patógeno causante de una infección o influir en procesos bioquímicos sin dañar las células o tejidos del cuerpo.
– P. de Kruif, Dr. Ehrlicht´s Magic Bullets, Pocket Books, New York, 1940.
– L. Sutherland, Magic Bullets, Little Brown & Company, Boston 1956.
– Laín Entralgo, P. (1973), Farmacología, farmacoterapia y terapéutica. Historia Universal de la Medicina, Barcelona, Salvat, vol. 6, pp. 259-268.
(2) R. Whitaker, Anatomía de una epidemia, Ed. Capitán Swing, Madrid 2015
Francisco Llorente
Psicólogo profundo