Prólogo
La vida de Charles Christopher Parker, Jr. responde a lo que entendemos como una tragedia en el sentido clásico de la palabra. Se trata de un drama terrible en el que las pasiones o la fatalidad llevan al héroe a un desenlace funesto, a un fin prematuro y aleccionador. Parker estaba tocado por el genio, tenía esa aura especial que le hacía excepcional y le dotaba del carácter ilustre propio del héroe trágico.
Nos encontramos en Norteamérica, primera mitad del siglo XX, cuando nacer negro (nigger) era aún un estigma social imborrable que condenaba a una vida en guetos y al desprecio de la población blanca dominante. Un entorno hostil para un joven negro dotado de un talento excepcional para la música y un anhelo insuperable de gozar de la vida en su máxima expresión. Bird, como se conoce a nuestro héroe, tiene prisa, quiere llegar lejos, vivir rápido, quemar etapas. No se detiene ante nada y vive de ilusiones, la ilusión de un mundo sano lleno de oportunidades para la gente con talento independiente del color de su piel, la ilusión del amor compartido, la ilusión de que algo le eleve del entorno irrespirable de Kansas city, sea lo que sea, incluso… las drogas.
Y ahí le tenemos al final; solo, en la miseria, adicto, enfermo. Vagando por la ciudad en busca de otra dosis, de un nuevo refugio efímero para aguantar un día más, para ocultarse una vez más. Ha rebasado todos los límites y ha sacrificado todo por una falsa ilusión, ha forzado la vida hasta el paroxismo y ahora es tan sólo una ruina y un recuerdo, una arcada y un dolor difuso que se extiende al alma. Es la manía en sus últimos estertores que se lleva al genio, le arrebata su preciado don, le desarma como a un juguete roto y le deja tirado en su agonía.
Coro
¿Hasta cuándo Charly? Tu pobre cuerpo revienta. ¿No lo notas? Es el final. Pobre Charly, ¿Quién te pensaste que eras? ¿Cómo creías que ibas a burlar al destino con un poco de música y una sonrisa cautivadora? Iluso. Para alcanzar el éxtasis hay que luchar por él, dejarse la piel día tras día preparándose, purificándose. ¿Querías volar Birdy, pajarito? Ahora volarás en un último “viaje”, ahora sabrás lo que es un verdadero subidón. Prepárate Birdy, cae el telón.
El embrujo de la manía
Esta tragedia tiene varios elementos clásicos que dan forma a la trama y precipitan el desenlace. Vamos a darles entrada en escena.
La manía es una vieja conocida del temperamento del artista atormentado. Seductora e irreal, la manía promete paraísos ficticios que nunca se convierten en realidad. Hace vivir de ilusiones que se desvanecen una tras otra mientras de fondo acecha siempre la locura. La manía tiene relación con lo numinoso, exagera la fascinación ante los misterios. Atrae hacia la perdición a espíritus valiosos e inquietos, pero poco precavidos, que van en busca de ideales y experiencias intensas. Así engatusa a Charly, ávido de esos paraísos nebulosos donde todo estaría al alcance de la mano; el éxito, el amor y las sensaciones maravillosas a precio de saldo. Charly es un ingenuo y está desesperado, lleva la magia de la música en las venas, cuando toca… algo sucede. Pero esto no le basta, su anhelo se desborda y le exige, le lleva a un conflicto insuperable. La manía no perdona, le atormenta, le hace llorar, reír, ponerse furioso y ese sufrimiento se eleva con un sonido único, desesperado en su instrumento, el lamento de un saxo que clama ante la inmensidad. La manía le ata a la noche, al humo de los tugurios y a camas ajenas, al ambiente del espectáculo vinculado a individuos sin escrúpulos que utilizaban a muchos artistas, el mundo soterrado que James Ellroy describe de forma magistral en sus novelas sobre la Norteamérica de aquella época.
El embrujo de la manía aparta a Charly de sus compromisos una y otra vez. Es incapaz de mantener relaciones estables y sus sueños de pareja se desvanecen una y otra vez. En momentos de lucidez intenta escapar de esa pasión suicida, de la succión magnética de la adicción aferrándose al deber profesional y al ideal de familia, pero vive todo a salto de mata y ya casi al final, apenas sin recursos de ningún tipo, la muerte de su hija le rompe el corazón. Y él, herido de muerte, sigue perdiéndose en los laberintos del olvido, ajeno a la realidad que se desmorona a su alrededor, mientras su música permanece.
El desafío de la hybris
Otro elemento en la tragedia de Parker es la hybris. En una tragedia, el protagonista se deja llevar por el orgullo propio de quien tiene una visión disparatada de las cosas y quiere imponerla. La hybris es el orgullo insolente del héroe que le lleva a enfrentarse a su destino hasta el final asumiendo la autodestrucción. El orgullo es procaz, puro fuego, insensato y absurdo, pero a su vez despierta admiración. Hay en él una rebeldía implícita que impresiona y encandila. La hybris empuja desde el ego y desencadena un conflicto insalvable por una obstinación ciega que de nuevo raya la locura. Quien es arrogante, se atribuye cosas que no corresponden con la realidad. Proyecta mal sus aspiraciones y piensa que puede ambicionar todo.
Charly quería tocar el cielo con la mano como Ícaro, ascender al Olimpo y disfrutar del éxtasis. Deseaba vivir como un blanco, un ciudadano con plenos derechos. Quizá pensaba que sus dones le daban acceso a esa ciudadanía de primera y a ese disfrute sin límites, elástico, incesante que anhelaba. Tenía la música, su don para percibir y producir armonías imposibles, pero no se conformaba con ella, ansiaba ir más rápido, más lejos, sin importarle el precio y esto le hacía volverse contra sí mismo. Pretendía ser impecable con el instrumento, de hecho los desaires que sufrió en sus primeras audiciones como profesional, le motivaron especialmente. Practicaba y se drogaba de forma incansable mientras era capaz. Le sostenía la hybris, el coraje ciego y el afán de superviviente heredado de su condición de hombre de color.
El orgullo también le empujaba a diferenciarse como una especie de intelectual del jazz, y se mantenía un tanto marginal a la evolución popular del género, aunque era uno de los padres del “Bop”. Él estaba fascinado con Stravinsky, al que consideraba un genio innovador en la música y buscaba emularle desde su perspectiva en el jazz. De nuevo el orgullo. Quizá podía haberlo logrado, quizá la posteridad perdió una aportación esencial. Nunca lo sabremos.
El pathos y el desarrollo
La vida de un ser humano conlleva un sufrimiento existencial. Por mucho que tratemos de evitarlo, el sufrimiento aparece en las formas más insospechadas golpeando ajeno a nuestras súplicas. Los antiguos griegos llamaban a esto el “pathos”. El sufrimiento existencial promueve nuestro desarrollo como seres humanos. Nos ayuda a ser conscientes de aspectos de nuestra vida que de otro modo desdeñaríamos; valores, actitudes, personas… A través de esa toma de conciencia forzosa obtenemos la posibilidad de cambiar y con ello, la redención.
El sufrimiento es otro elemento esencial en la tragedia de Charly Parker. El pathos le perseguía con especial intención. Quizá por su valor potencial o como consecuencia de sus acciones, pero el caso es que esa fijación del pathos por él marcaba su vida. Bird huía del sufrimiento como todos, pero éste seguía acosándole impasible por mucho que él quisiera evadirse con sus adicciones y su orgullo. Parece como si fuera refractario a la toma de conciencia necesaria para evolucionar, para crecer como ser humano y desarrollar su personalidad. Iba de cabeza a los mismos líos una y otra vez.
¡Ay Charly, dónde te metes! ¡Con lo que tú vales! Eres capaz de romper los formalismos y crear armonías aparentemente imposibles, de estirar el tempo y desbocarle hasta el sinsentido, para luego regresar en un acto de ilusionismo musical y vital prodigioso. ¿Cuánto más podrás resistirlo? ¿Dónde está el límite a tu capacidad y tu atrevimiento?
Coro final
El muchacho ha de ser castigado. Su manía desatada y el orgullo insolente de mantener una ilusión a toda costa que le ha llevado a desafiar el destino, le hace merecedor de un final ejemplar. Salvaremos, no obstante, esa música endiablada que tocaba, para que sirva de advertencia a otras almas descarriadas. Quedará como un monumento a la insensata y apasionada búsqueda de nuevas formas de armonías que inspire mayor respeto ante el desafío de los límites de lo humano. Ojalá la escuchen y se dejen mover por ella.

Francisco Llorente
Psicólogo profundo

Para escuchar a Charly Parker:

http://www.last.fm/music/Charlie+Parker

http://www.rtve.es/alacarta/audios/jazz-porque-si/jazz-porque-si-concierto-charlie-parker-1953-26-01-11/997484/

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